Extractos e imágenes de los libros de Medhananda

La psicología en imágenes

de: El camino de Horus p. 27

Podríamos preguntarnos, ¿por qué son necesarias las imágenes para la exploración de nuestro mundo interior? Pero son necesarias incluso para la exploración del mundo exterior. Podemos repetir la palabra «entropía» mil veces, pero si no tenemos una imagen mental conectada con ella, no nos ayudará a entender ese concepto básico de la física moderna.

En la imagen de arriba podemos reconocer un mensaje simbólico sobre la consciencia de sí msmo: los cuatro grandes círculos representan el superconsciente y el subconsciente de los «principiantes». Esos círculos simbólicos no aparecen por encima y por debajo de la figura central del «maestro», porque al volverse consciente de toda la escala de su ser los ha integrado en sí mismo.

El Pergamino Cerrado

de: On the Threshold of a New Consciousness p. 13

La capacidad de un egipcio culto de ver todas las cosas, todos los seres, todos los fenómenos, como un pergamino cerrado se ha perdido en tiempos posteriores. Y con esa pérdida, toda una parte de nuestro cerebro se durmió. Todo tenía dos aspectos: el corpuscular superficial, y el oculto origen vibratorio que contiene su propia energía y su propia intención creativa. Así cada palabra de la escritura jeroglífica poseía dos significados a la vez: uno superficial, literal y fonético que podía ser leído en voz alta para que todos lo oyeran, y uno secreto, una exégesis oculta utilizada como un ejercicio individual de identificación y destinado a dar iluminación.

Por ejemplo, la cesta que significa ‘todo`, ‘conteniendo todo`, manifestaba un universo doble. Había la cesta con el buitre – el universo material – comiéndose constantemente a sus propios hijos y dándoles un nuevo nacimiento, y la cesta con la serpiente, la uraeus animando el universo vibratorio. Ambas cestas, representadas una al lado de la otra, formaban parte de uno de los cinco nombres de cada faraón.

Con el fin de permanecer en contacto constante con su dualidad creativa, el faraón llevaba una cola, un recordatorio de su evolución corpuscular, mientras que sobre su tocado se erguía la serpiente ascendente, símbolo vivo de su naturaleza vibratoria fundamental. Algunos de sus nombres unían ambos aspectos, como ‘recipiente vibratorio consciente de las dos realidades`. Esta doble visión del universo estaba constantemente presente en el pensador egipcio. Y el conocimiento de que cada jeroglífico tenía un significado secreto perduró a través de la edad oscura. Pero las interpretaciones supersticiosas impidieron que su verdad dual emergiera. La capa que la cubría fue levantada por primera vez cuando la mecánica cuántica redescubrió la realidad vibratoria de todo – un descubrimiento que no impidió que nuestra cultura del siglo veinte, nuestra teología, filosofía, educación y psicología permanecieran rígidamente corpuscular, reduccionista y materialista. Cualquiera que sea la resistencia que oponga la ignorancia, un pergamino está hecho para ser desenrollado, y su despliegue evolutivo ha comenzado.

El anillo Shen

from On the Threshold of a New Consciousness

El anillo Shen egipcio,
símbolo de todos los símbolos,
representa la unión
de la forma lineal ordinaria de ser
y la plenaria global
– en dos palabras: el tiempo y la eternidad.
El arte de pasar de uno a otro,
y vincularlos a voluntad,
es el secreto de todo dinamismo y libertad.

El paraíso de nuevo

de: On the Threshold of a New Consciousness p. 140

Cuando el hombre dejó el paraíso lo hizo con todos sus dioses, arquetipos y animales tótem.
Si quiere volver, tiene que transformarlos a todos,
percibirlos como sus propios poderes del alma
y atarlos a todos alrededor de su centro.
Tiene que llevarse a todos con él.
Si regresara solo,
no sería el paraíso.
                                                                  — Medhananda

Neteru, los movimientos eternos en nosotros

de: El camino de Horus p. 43

Para descifrar los mensajes gráficos egipcios, primero tenemos que entender el neteru ntr (singular neter, plural neteru). Esto sólo es posible si olvidamos su desafortunada traducción en «dioses», desafortunada porque no son personas sobrenaturales, sino partes de nosotros mismos, de cada ser vivo. Su símbolo es una bandera ondeante. Nosotros somos la bandera.


Y los movimientos eternos en nosotros que ondean la bandera son los neteru. De hecho, son todo lo que nos mueve, en todos los niveles de la existencia. Ellos mueven y conectan los electrones y las estrellas, el león y la gacela, el sueño profundo y el despertar, en todos los diferentes espacios y tiempos. La creación no se realiza en un torno de alfarero. Comienza como imaginación, con la formación de una imagen, la imagen de un fotón antes de que hubiera luz, la imagen de un anillo de carbono antes de que hubiera vida, la imagen de la sinapsis de una neurona antes de que hubiera mente, una imagen que es pura vibración hasta que encuentra resonancia en el un mundo de la materia. Los neteru, tal como los concibieron los antiguos egipcios, son imágenes activas y dinámicas que se proyectan en la creación, traduciendo un universo vibratorio en uno corpuscular. … No conocemos los neteru, porque estamos bajo la ilusión de que nos movemos por nuestra propia voluntad; pensamos que nuestras opiniones, nuestras ideas, nuestras preferencias y aversiones, nuestros deseos, nuestros amores son nuestros, expresiones de lo que llamamos nuestra individualidad. Pero en realidad somos guiados y sostenidos e inspirados, agitados o atormentados, pateados o destrozados por los neteru en nosotros, pues somos su terreno de juego y su campo de batalla. Sin embargo, hay hombres libres; que han luchado con ardor por su libertad. Han conquistado su reino, encontrando, reconociendo, reuniendo en sí mismos y abrazando a todos los neteru. Y la verdad los ha hecho libres, no cualquier verdad, sino la gran verdad común que todos somos. Mientras tanto, estamos invitados a hacernos conscientes de los neteru en nosotros, a conocerlos, a convertirnos en sus amigos, sus hermanos, sus compañeros de juego. Entonces, como dice la canción infantil alemana,  

Cuando duermo por la noche
catorce ángeles están a mi lado…

De la tumba de Ramsés VI.

Construyendo el ser interior

de: El camino de Horus p. 122

La omnipresente columna djed en las pinturas y textos egipcios resulta embarazosa para los especialistas modernos. No estaba atribuida a un mito o leyenda especial y no se parecía a nada que se pudiera pensar. En realidad, la acción de atar todo junto y erigirlo es el movimiento fundamental de la psicosíntesis egipcia, un esquema impresionante para la construcción de la personalidad.  

La columna, soy yo, por supuesto.
Para entender su simbolismo debemos recordar que Egipto era un país sin árboles ni bosques, aunque abundaba la hierba y caña de pantano. Para la construcción de casas, Egipto tuvo que inventar y depender en lo que hoy llamamos tecnología de fibra: pilares, paredes y techos fueron hechos atando cañas y mimbres juntos.  
El jeroglífico para la caña es también la palabra para «yo», el pequeño ego.  
Y ahora nos ocuparemos del significado psicológico de la columna djed.

‘suerte`                                                                          ‘destino`

Como podemos observar en la imagen de arriba, la consciencia de nosotros mismos es como una caña en el viento de los acontecimientos: una sensación frágil del «pequeño yo», una conciencia que dura unos pocos segundos, y luego desaparece, para ser reemplazada por otra caña. Así es como los egipcios representaban la «suerte» a la que están sometidos los «pequeños yo», un pequeño polluelo mirando un lago de cañas y lotos en flor, en contraposición al yo soberano que utiliza los mismos vientos para llevarlo a su destino. Construyendo su djed con sus propias cañas el «pollito» se convierte en un «águila» y la «suerte» se convierte en «destino». Lo que llamamos alma o personalidad o individuo no es una entidad sola sino una multitud de elementos que, si no luchan abiertamente entre sí, apenas se mantienen unidos, haciendo de nuestra supuesta unidad una mera ilusión. Que tal aglomeración de elementos contradictorios pueda durar en la eternidad es una superstición pueril. Pero el camino ilustrado egipcio nos muestra cómo nuestros componentes psicológicos dispares pueden ser utilizados como bloques de construcción, cuidadosamente reunidos, ajustados en un todo armonioso, atados y convertidos en una verdadera individualidad: una casa en la eternidad. Esta síntesis debe realizarse en los cuatro niveles visibles en la columna – los niveles físico, vital, mental y de la supermente (Overmind) – para que el djed se convierta en una escalera al cielo y una perfección perpetua. Examinemos detalladamente estos cuatro niveles, empezando por nuestro ser físico: ¿Nos obedece, está bien ejercitado? Y nuestro sistema inmunológico vital: ¿funciona como un solo campo de fuerza, vigilante, consciente de sí mismo? Nuestro ser mental con todas sus ideas: ¿funciona alrededor de un centro como una orquesta de armonía y creación? Y la supermente, fundamento de nuestras más profundas aspiraciones y de nuestros más altos ideales: ¿mantiene una consciencia continua del programa imperecedero de nuestra alma? ¿Y son todos estos niveles del ser la expresión de una sola vibración fundamental, de un solo llamado, una canto único: nosotros mismos? Es hora de atar y erigir nuestro djed.

Neter con la cabeza en forma de lazo

de: El camino de Horus p. 52

El papel de los neteru, como lo muestra la imagen de arriba y los jeroglíficos abajo, es enlazar y luego atar todas las vibraciones en nosotros, para ayudarnos a controlarlas, a domesticarlas y hacer que trabajen juntas para construir y crear nuestro ser en resonancia individual con la armonía cósmica.

n ‘Onda’, ola,
vibración primordial,

t lazo, ‘para atar’,

r cuerda vibrante, ‘boca’
auto-creación, ‘RE’.

¿Cómo pudieron nuestros antepasados en la antigua Edad de Oro ver los neteru tan claramente como para ser capaces de representarlos, mientras que nosotros no los vemos?

Cuando un científico moderno afirma haber «visto» una partícula que se manifiesta por un mero nanosegundo como una línea serpenteada en el osciloscopio, o un cuásar a doce mil millones de años luz de distancia al borde mismo del espacio y el tiempo, estas observaciones son conclusiones sacadas después de efectuar cálculos muy complejos. Fue bajo condiciones igualmente rigurosas y una disciplina impuesta a sí mismos que nuestros antepasados expusieron, con expectación, su consciencia ultrasensible y concentrada a la presencia de los movimientos eternos en ellos mismos, hasta que lograron percibirlos, relacionarse con ellos y representarlos con imágenes.

La conciencia de sí mismo se convirtió en visión de sí mismo.

La multiplicidad y el Uno

de: Immortal Wisdom p. 17

Cuando uno vive en la consciencia de la multiplicidad
no hay que olvidar la gran unidad de las cosas,
la unidad detrás y encima y alrededor de la multiplicidad.
Cuando uno vive en la dichosa consciencia del Uno
no debemos olvidar que su juego,
su forma de ser es la multiplicidad.
Hay un gozo de ser muchos
y un gozo de ser Uno.

La inteligencia lunar y solar

de: The Royal Cubit p. 81

Si el sol es el símbolo del conocimiento de la luz solar,
un conocimiento triunfante en sus certezas,
las certezas del conocimiento lunar
son de un tipo diferente.
El conocimiento solar sigue siendo vinculado
al aspecto material y corpuscular del mundo;
mientras que la sabiduría lunar brilla en las profundidades de nuestro ser,
y es millones de años más antigua.
Los primeros animales en el período Cámbrico
que se aventuraron fuera del agua,
no lo hicieron bajo el sol abrasador,
pero esperaron a que la luz de la luna los guiara.
La sabiduría de la Edad de Piedra era predominantemente lunar,
la prerrogativa de las mujeres, y estaba en sintonía
con los misterios del nacimiento y la muerte.
En la Grecia arcaica, la luna todavía se llamaba
la antigua madre palaiomator,
la madre antes de las madres, promator.
Hoy en día el conocimiento de la luz solar se considera
como el único valioso.
Según esto, todo ser vivo muere.
Y nadie va a contradecir seriamente esa afirmación;
porque los cuerpos mueren.
Pero escondida detrás de esta apariencia, hay una duda.
Y es ahí donde interviene la inteligencia lunar…

¿Qué es un símbolo?

de: The Royal Cubit p. 53

                            

El valor y la belleza de un símbolo reside en el hecho de que no se puede definir o fijar para siempre su significado…
Mirar una imagen de enseñanza hasta que nos reconozcamos en ella es un paso preliminar hacia el conocimiento de sí mismo.
Las flores enseñan a florecer, los pájaros a volar y las estrellas a brillar, siempre que admitamos a cada símbolo que encontremos: sí, esto soy yo.

Los insectos, metamorfoseándose de larva a pupa a adultos capaces de volar, son maestros para aquellos que están listos para transformarse.

No hay nada en nuestro universo, desde el electrón hasta la supergalaxia, que no sea un símbolo que intente enseñarnos cómo ser hombre. En el camino a este descubrimiento de sí mismo todos los símbolos son ayudantes, amigos y guías, cada uno un aspecto fiel de nosotros mismos…

Los símbolos pueden entenderse en tantos niveles como hay niveles humanos de autoconsciencia… Si alguien tiene una lectura que lo hace a él y a los símbolos más profundos, más altos y más vastos, más unidos a sí mismo y a la totalidad del universo, entonces ciertamente debe adoptarla y permanecer fiel a ella hasta su paso siguiente en la escalera de la evaluación de sí mismo y de los símbolos a su alrededor.
Siempre hay un siguiente paso que es posible. Los símbolos tienen vida propia…

En el antiguo Egipto – y sigue siendo cierto hoy en día – el conocimiento era identificación. Y la identificación es unidad e iluminación.

Conocimiento de la realidad ‘vibratoria’ detrás del ‘velo’